jueves, 20 de mayo de 2010

A sala llena, dos relatos conmovedores


El letrado es uno de los abogados desaparecidos durante la “Noche de las Corbatas”. Ambas recordaron sus vivencias como víctimas del terrorismo de Estado

La sala del Tribunal Oral Federal 1 de Mar del Plata, ayer por la tarde, se vio colmada de gente. Es que, en el marco del juicio al ex sub oficial de la Fuerza Aérea, Gregorio Rafael Molina, por delitos de lesa humanidad, se esperaban dos de los testimonios más conmovedores de la lista de testigos –exceptuando aquellos que fueron realizados a puerta cerrada-. Se trata de dos mujeres, madre e hija. Una de ellas esposa del doctor Hugo Alais, la otra su hija.

Susana Alicia Muñoz de Alais fue la primera en tener que sentarse en el estrado una vez reanudada la audiencia, alrededor de las 15.30. Entera, con sus ojos claros clavados en el tribunal, la esposa de uno de los abogados víctima de la “Noche de las Corbatas” contó sus recuerdos más dolorosos en relación a la desaparición de su marido.

El relato cronológicamente ordenado y con minuciosos detalles comenzó en la noche del 6 de julio de 1977. Alrededor de las 21, en un operativo conjunto, un importante grupo de efectivos de civil, encapuchados y muñidos de armas largas, irrumpieron en la vivienda y en el estudio del doctor Alais.

En su lugar de trabajo, los miembros de la patota lograron dar con él y con otro abogado, el doctor Camilo Ricci, con quien compartía el estudio. Allí, los miembros de la patota los engrillaron para luego cargarlos un automóvil y llevarlos a su destino de cautiverio. Cabe destacar que, el estudio de los letrados estaba emplazado en un edificio de calle Falucho al 2000, a pocas cuadras del edificio de Tribunales y a corta distancia de una de las comisarías de la Policía Bonaerense.
Paralelamente, otro grupo de iguales características ingresaba a la vivienda de Alais, donde estaban esperándolo su esposa y sus hijas, una de 3 y otra de poco más de un año. La vivienda estaba ubicada en la planta alta de la casa de los padres del abogado, por lo que la patota también irrumpió allí.

Inmediatamente, los sujetos comenzaron a preguntarle a Susana el paradero de Hugo, a la vez que encerraban a las dos pequeñas en uno de los cuartos.

Susana, desconcertada y atemorizada por lo violento de la situación, fue obligada a contestar una serie de preguntas en relación a sí conocía o no a un grupo de personas que figuraban en fotos familiares, que habían encontrado en uno de los placares de la casa.

Susana, por ese entonces trabajaba para un médico como técnica en hemoterapia. Por su profesión tenía un maletín donde guardaba sus implementos de trabajo –jeringas y otros menesteres-. Los miembros del grupo de tareas encontraron ese maletín y de forma inmediata la sometieron a una batería de preguntas al respecto.

El llanto de las niñas era incesante. Ante esto, el abuelo –que estaba en la vivienda de plata baja- pidió ir a buscarlas. Cosa que fue concedida por los captores. Cuando Alais padre subió a casa de su hija, Susana estaba encerrada en el baño y las niñas en la habitación. El abuelo tomó a sus nietas y bajó, siempre custodiado por los hombres de civil.

Alrededor de una hora después, Susana escuchó los pasos de sus captores bajar las escaleras. Minutos después, su suegro le habría la puerta del baño para liberarla.
Pasó poco tiempo, entre el desconcierto de lo vivido, hasta que el hermano del doctor Ricci llegó a la casa de familia para avisar lo que había pasado en el estudio.

Inmediatamente Alais padre y el hermano de Ricci se dirigieron al juzgado del doctor Pedro Federico Hofft para presentar los respectivos habeas corpus por el secuestro de sus familiares. El tramite judicial, después de varios días, más precisamente el 14 de julio, fue rechazado.

El aparecido

El doctor Camilo Ricci pasó dos días detenido y luego fue liberado. No pasó lo mismo con el doctor Alais, quien aún hoy se encuentra desaparecido. Ricci no fue citado a declarar por el juez Hofft en el marco del habeas corpus presentado y tampoco tomó contacto con la familia de su colega. Es más, las pertenencias de Alais fueron devueltas por un envío y no personalmente.

Recién en 1984, una vez recuperada la democracia, Susana volvió a tomar contacto con él. Si bien no quiso darle detalles de lo que sucedió durante los dos días que posiblemente compartió cautiverio con Alais, si confeccionó una carta de recomendación para que la mujer pudiera presentar un reclamo ante el Colegio de Abogados para obtener un subsidio económico.

Este es uno de los elementos centrales en la declaración de Susana Muñoz ante el tribunal. Ella, como esposa de un desaparecido sufrió el terrorismo de Estado y fue víctima de él no sólo por la desaparición de su compañero de vida, sino también por las consecuencias económicas que le trajo a su familia. Susana fue echada de su trabajo a penas el médico para el que trabajaba se enteró de lo que estaba pasando. Así, ella y sus dos pequeñas hijas tuvieron que refugiarse en la localidad de Chivilcoy desde donde continuaban su pelea por la aparición del doctor Alais.

Un militante importante

Según explicó Susana Muñoz, con el tiempo ella se enteró de lo vivido por su esposo de boca de Marta García de Candeloro, quien también fue víctima del terrorismo de Estado y le tocó compartir cautiverio con Alais. Fue ella la persona que, a través de su testimonio, ha reconstruido los vejámenes a los fue sometido el abogado dentro del centro clandestino de detención La Cueva.

También fue ella la que explicó a su familia que para lo militares Hugo Alais era un detenido importante. Por eso lo mantenían aislado y engrillado constantemente.
Su militancia dentro del frente universitario del Partido Comunista Revolucionario lo colocaba entre los cerebros que la dictadura cívico militar no iba a permitir seguir pensando.

Teniente coronel, de apellido Coronel

Lo que parece un juego de palabras es el apellido y el cargo de uno de los miembros del Ejército que atendió a Susana Muñoz en el Gada 601. Allí llegó luego de una citación en mayo de 1978 acompañada por su madre y su suegro. Allí recibió un concejo impactante: “Dígale a sus hijas que su papá falleció”. A continuación el uniformado completó su concejo con el ardid típico de la época: “A su marido lo secuestraron los guerrilleros porque seguramente quiso desertar”.

La familia no creyó la versión militar pero comenzaron a entender lo que se estaba viviendo, más aún cuando el teniente coronel sentenció ante la pregunta de Susana de qué pasaba si ella les decía eso a sus hijas y un día Hugo aparecía. "No señora, con total certeza, su esposo no va a aparecer"

El testimonio de una hija



Eleonora Alais tiene 34 años. Es una de las militantes más reconocidas de la ciudad a la hora de hablar sobre derechos humanos. Es que, si hace falta algo para eso, su conmovedora historia la ha colocado –por elección- en un rol determinante en la lucha por la memoria. Junto a “sus hermanos de la vida”, como le gusta decir, y repitió ayer frente al tribunal, Eleonora forma parte de la organización Hijos por la Identidad contra el Olvido y el Silencio.

Ella, tenía un poco más de un año aquella noche del 6 de julio cuando, junto a su hermana Gabriela lloraban sin entender demasiado lo que sucedía.

Las dos crecieron sin su padre y para poder protegerlas, tuvieron una versión de lo que sucedía que no creían demasiado. Les decían que su papá estaba trabajando en Buenos Aires o en España, pero ellas reclamaban, al menos un llamado telefónico.

Eleonora fue contundente: el Estado no protegió a las víctimas, incluso la demora en que los represores sean Juzgados son parte del desamparo que les toca vivir como víctimas del terrorismo de Estado.

Conmovedora, contundente y políticamente bien plantada la hija del doctor Alais pidió condena para los represores civiles y militares. Puso en su voz el reclamo de los hijos que hoy no tienen la posibilidad de pedir justicia porque se han suicidado o porque aún permanecen en manos de los secuestradores.

Puso su voz en la boca de los hijos de los obreros, estudiantes, intelectuales y gente de a pié que la dictadura hizo desaparecer.

El Colegio de Abogados

El doctor Rubén Junco, era el vicepresidente primero del Colegio de Abogados durante el periodo en el que se produce la fatídica noche para los letrados.

Ayer, frente al tribunal, explicó que una vez que la institución se enteró que sus colegiados habían sido secuestrados comenzó una “incansable” búsqueda.

Así llegaron a entrevistarse con el entonces ministro del Interior de la dictadura Alvaro Harguidenguy. Según declaró el testigo, en esa reunión realizada en Balcarce 50, el representante de los altos mandos militares explicó a los letrados, nombre por nombre qué pasaba con los abogados.

Valiéndose de un fichero personal de cada uno, realizaba un perfil militante de los desaparecidos para luego, en la mayoría de los casos, decir que no tenía información de qué había pasado con ellos.

Además, Junco fue uno de los que reconoció el cuerpo sin vida del doctor Centeno, otro de los letrados víctima del terrorismo de Estado. En este sentido explicó que el cadáver estaba en un estado “muy deteriorado”, incluso presentaba marcas como del accionar de alimañas. Lo más llamativo era un edema violáceo que presentaba el abogado en la zona de su tórax.

La autopsia explicó que la muerte se produjo por un derrame masivo interno. El médico que intervino, en su declaración durante el Juicio por la Verdad lo describió como “una bolsa de huesos”.


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