viernes, 21 de mayo de 2010

"Todo sospechoso es culpable"



Luis Rafaghelli fue el testigo que inició la séptima audiencia ayer a la mañana. El actual juez del Departamento Judicial de Necochea era un joven abogado en abril de 1976 cuando un grupo de tareas compuesto por militares y policías lo fue a buscar a su estudio. Pasó 37 días detenido en la comisaría cuarta de esta ciudad y fue llevado dos veces a La Cueva para ser interrogado bajo tortura.

Rafaghelli recordó que el primer interrogatorio fue “muy primitivo” y el segundo “más detallado”,. Le preguntaban nombres de jueces y abogados. “Muchas veces insistían con el doctor Norberto Centeno, me preguntaban que opinaba de él”, contó el testigo.

El primer interrogatorio duró una hora y el segundo un poco menos. El testigo dijo que había una voz chillona que preguntaba y muchos otros que se reían a carcajadas mientras lo torturaban.
En la comisaría cuarta estuvo cautivo junto a Amilcar González, periodista y secretario general del Sindicato de Prensa de Mar del Plata, con maría Eugenia Vallejos que estaba embarazada, con maría Martínez Tecco y con su colega Martín Garmendy, entre otras personas.

Cuando lo liberaron lo llevaron a entrevistarse con el coronel Pedro barda jefe de la subzona militar XV y dueño de la vida y la muerte de los detenidos desaparecidos de la zona.

Rafaghelli recordó que lo hizo pasar a su oficina y que le dijo que quedaba en libertad pero le advirtió que si había otra denuncia en su contra “volvía otra vez pero con los pies para adelante”.
Barda tenía una Biblia sobre el escritorio, y el testigo no dudó en decirle que el comportamiento que habían tenido con él no se parecía a lo que ese libro predicaba. Sin inmutarse el coronel le dijo que se libraba una guerra y que “todo sospechoso era culpable hasta que se probara lo contrario”. Le dijo que había sido torturado durante su cautiverio y Barda respondió que era parte de la metodología.

Hoy Rafaghelli cree que lo secuestraron como una forma de represalia por su profesión. Seis días antes de su captura había ganado un juicio a favor de un delegado gremial.

“Era la autoridad le teníamos miedo”


A Roberto Oscar Pagni le tocó hacer el servicio militar en abril de 1979. Luego de un periodo de instrucción fue derivado a la Base Aérea local. Junto a otros seis conscriptos formaron el equipo de custodia del comodoro Cuello, titular del regimiento, su jefe directo era Gregorio Rafael Molina.

El escribano y ex funcionario de la administración del intendente Daniel Katz, contó ante el tribunal que Molina era la persona que se encargaba de instruirlos en tiro con diferentes armas y ejercicios para posibles enfrentamientos con “guerrilleros”.

Dijo que el imputado era un hombre muy severo y que llevaba la voz de mando dentro de la Base Aérea. Era quien daba las órdenes. “Era la autoridad le teníamos miedo”, definió Pagni.

La función del colimba de apenas 18 años era custodiar la casa y el traslado del comodoro Cuello. Debía revisar el auto cada mañana para asegurase que no haya un explosivo y debía tener siempre su pistola 11.25 con una bala en recamara y martillada por cualquier eventualidad.
Según Pagni, Molina y otro suboficial eran los únicos que ingresaban al “bunker” así llamaban al edificio del viejo radar sonde funcionaba “La Cueva”. Los conscriptos tenían prohibido pasar por allí.

Lo recordó como un hombre de humor cambiante y una sola vez lo vio borracho. Fue en la cena de despedida cuando la promoción de Pagni se iba de baja. Con algunas copas de más, Molina les contó el episodio en el que murió el teniente del Ejército Fernando Cativa Tolosa, durante un presunto enfrentamiento con un grupo Montonero. Por eso hecho culpó a un militar de apellido Cerutti, dijo que había sido “un cagón” que no acompañó a Tolosa.

Por último mencionó que Molina tenía un anillo muy grande y una pulsera de oro o plata. El anillo grande fue mencionado por otros testigos.




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